SERENDIPIA DOMINICAL – Columna de la escritora española Mónica Miquel Nieto – Encuéntrala cada domingo en el portal web (escritoresrebeldes.com) y en las redes sociales de Escritores Rebeldes.
SERENDIPIA DOMINICAL
EL FUTURO, ESE GRAN DESCONOCIDO, ¿O NO?
Por: Mónica Miquel Nieto (Barcelona – España)
Correo electrónico: mmiquelnieto@gmail.com
Muchas personas a lo largo de la historia han intentado imaginar cómo sería el futuro. Me gustaría dedicar esta columna de opinión dominical a las fabulosas novelas de futuro distópico que tanto he disfrutado como lectora y realizar una comparativa de las diferentes opciones de futuro que nos proponían. Algunas de ellas, por no decir la mayoría, presentan muchas similitudes con la realidad actual.

Fotografía: Un Mundo Distópico (IA)
Para iniciar Serendipia dominical, deberíamos centrarnos en el significado de la palabra distopía —que por definición es el antónimo de una utopía—. El término distopía se utiliza para referirse a la representación de sociedades futuras que han llegado al límite de lo indeseable y que se caracterizan por problemáticas como la deshumanización de la ciudadanía o los desastres ambientales.
Me gustaría comentar los diferentes tipos de novelas distópicas que podemos encontrar: Distopías juveniles, distopías de ciencia ficción, distopías feministas y distopías postapocalípticas. Pondré algunos ejemplos de cada tipo.
Para empezar, si hablamos de distopías juveniles, no podemos dejar de nombrar la trilogía Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, Divergente, de Veronica Roth y El corredor del laberinto, del autor norteamericano James Dashner. Este subgénero distópico suele centrarse en protagonistas adolescentes que deben luchar contra regímenes opresivos.
En esta misma línea se encuentra mi novela L’Enllaç, publicada por la editorial Alvi Books, escrita en lengua catalana y traducida también al francés. En mi novela presento un futuro distópico en el que la humanidad está clasificada según su tipología y calidad genética y dominada por un rígido sistema controlado por una avanzada inteligencia artificial. No pude evitar escribirla, pues este género es algo que amo desde mi juventud y creo que he llegado a leer las novelas de futuro distópico más representativas e interesantes escritas hasta ahora. Es por ello que también he participado en el libro Dementes eléctricas, una antología realizada con los relatos premiados en el I Concurso Internacional de Relatos COLEMAN Ediciones, 2024, donde el tema propuesto fue el de la inteligencia artificial. Esto me da pie a comentaros la siguiente tipología de novela distópica, la de las novelas de ciencia ficción y distopía. Aquí encontramos como mejores representantes a la novela 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que fusionan la distopía con elementos tecnológicos y futuristas. Los libros de distopías en este subgénero abordan cómo la tecnología puede volverse en contra de la humanidad. Una novela de este subgénero muy conocida sería La guerra de los mundos, de H. G. Wells. Otro ejemplo más actual sería el de Máquinas como yo, de Ian McEwan.
El cuento de la criada de Margaret Atwood es un referente del subgénero de novela de distopía feminista. Estos libros abordan la opresión de las mujeres en un mundo controlado por normas patriarcales.
Finalmente, si nos fijamos en las novelas post-apocalípticas, el mundo que conocemos ha sido destruido por desastres naturales, guerras nucleares o pandemias, y los protagonistas deben enfrentarse a un entorno inhóspito. Aquí encontraríamos novelas como La carretera de Cormac McCarthy. Este tipo de novelas muestran sociedades que han colapsado, donde la supervivencia se convierte en el único objetivo.
En la literatura, una distopía generalmente representa un mundo caótico y opresivo, donde la libertad y el bienestar son escasos. Sin embargo, algunos libros distópicos exploran la posibilidad de que, tras una revolución o cambio profundo, surja un futuro utópico. La línea entre distopía y utopía es delgada, parece como si se tuviera que pasar por el caos y la distopía para llegar a la perfección, como si de un ave fénix, que resurge de sus cenizas, se tratara. En 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley, los protagonistas viven en sociedades controladas, pero estos universos plantean si es posible alcanzar un futuro más esperanzador.
En este Serendipia dominical me limitaré a comparar las visiones futuristas de Aldous Huxley, George Orwell y Ray Bradbury. Son los escritores que leí en mi juventud y para mí siguen siendo de los más representativos del género. Sus novelas son auténticos clásicos que deberían ser de obligada lectura para todos.
Eric Arthur Blair (Motihari, Raj Británico, 25 de junio de 1903-Londres, 21 de enero de 1950), conocido por su seudónimo de George Orwell, fue un novelista, periodista, ensayista y crítico británico nacido en la India, autor entre otras obras de las novelas distópicas Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949).
Su obra lleva la marca de las experiencias autobiográficas vividas por el autor en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico que lo llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor del socialismo democrático, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; y en contra de los totalitarismos nazi y estalinista tras su participación en la guerra civil española, en el bando republicano.
El adjetivo «orwelliano» es frecuentemente utilizado en referencia al distópico universo totalitario imaginado por el escritor británico.
1984, nos sumerge en una distopía donde el Partido y su líder, el Gran Hermano, dominan todos los aspectos de la vida de los ciudadanos. Winston Smith, el protagonista, trabaja en la manipulación de la verdad histórica. Desafortunadamente, si releemos la novela, encontraremos muchos elementos en común con la realidad actual.
Por otra parte, su novela Rebelión en la granja, surge del desencanto que vivió al acercarse al comunismo y respuesta a un periodo político determinado. En ella se detalla algo tan universal como la mecánica del poder y el ansia de dominación que el ser humano posee y es constantemente tentado de utilizar.
Orwell opinaba que no importaban los cambios sociales, pues siempre iba a haber una clase dominada y una dominadora, porque los segundos nunca van a ser capaces de escapar de la tentación de obtener cada vez más poder, lo que inevitablemente los corromperá.
No podemos olvidar tampoco, el exagerado culto a la personalidad propio de los totalitarismos y la utilización que hacen del miedo, puesto que la creación de enemigos y amenazas imaginarias es una constante en la novela.
En la misma, es importante el uso que se hace del lenguaje para manipular a la sociedad y cómo el fanatismo y la masa acrítica son dos instrumentos poderosos y muy utilizados.
Aldous Leonard Huxley (Godalming, Inglaterra, 26 de julio de 1894-Los Ángeles, 22 de noviembre de 1963) fue un escritor y filósofo británico. Miembro de una reconocida familia de intelectuales, es conocido por sus novelas y ensayos, pero publicó también relatos cortos, poesías, libros de viajes y guiones. A través de sus novelas y ensayos, ejerció como crítico de los roles, convenciones, normas e ideales sociales. Se interesó, asimismo, por los temas espirituales, como la parapsicología y el misticismo, acerca de los cuales escribió varios libros. Es considerado uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno.
En su novela, Un mundo feliz, Huxley nos presenta una sociedad donde las emociones son controladas químicamente y la tecnología ha eliminado el libre albedrío. El protagonista Bernard Marx y John «el Salvaje» cuestionan el verdadero precio de la felicidad. La novela es una crítica al consumismo y a la manipulación genética, que sigue siendo relevante en el contexto de las sociedades actuales.
Ray Bradbury (Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920-Venice Beach, California, 5 de junio de 2012) fue un escritor estadounidense del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas (1950) y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).
En Farenheit 451 encontramos un mundo donde los libros son ilegales y los bomberos se dedican a quemarlos. La sociedad ha perdido su humanidad y su capacidad de pensar críticamente. Montag, el protagonista, comienza como un fiel servidor del sistema, pero su vida cambia radicalmente cuando empieza a leer los libros que está destinado a destruir. He aquí el poder indudable que poseen los libros. Es por ello que muchas dictaduras los han prohibido o eliminado, con la intención de controlar el pasado y el discurso presente, además de impedir la evolución del pensamiento del pueblo.
No querría proseguir sin comentar un fragmento de una carta que Huxley escribió a Orwell. Huxley, fue maestro de francés de Orwell durante un breve período en Eton College, y al ver la publicación de su antiguo alumno, ‘1984’, le escribió una carta para felicitarlo y dar su opinión sobre el futuro distópico que ambos veían acercándose.
“Dentro de la próxima generación, creo que los gobernantes del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narco-hipnosis son más eficientes, como instrumentos de gobierno, que los garrotes y las prisiones, y que la lujuria por el poder puede satisfacerse completamente sugiriendo a las personas que amen su servidumbre tanto como golpeándolas y pateándolas para que obedezcan. En otras palabras, siento que la pesadilla de 1984 está destinada a modularse en la pesadilla de un mundo que se parece más al que imaginé en Un mundo feliz. El cambio se producirá como resultado de una necesidad sentida de mayor eficiencia. Mientras tanto, por supuesto, puede haber una guerra biológica y atómica a gran escala, en cuyo caso tendremos pesadillas de otros tipos apenas imaginables.”
Concuerdo con la opinión de Huxley y opino que en la actualidad los gobernantes han optado por métodos de gobierno en los que los propios ciudadanos entregan su libertad. Se nos anestesia, se nos distrae, se nos enseña a no pensar, se nos controla y se asalta nuestra intimidad utilizando herramientas tecnológicas.
Tampoco os sorprenderá si afirmo que se pretende potenciar el egocentrismo y el individualismo, ya que la unión de las personas es necesaria para poder conseguir cambios.
El fútbol, las plataformas televisivas, Internet, las redes sociales, los mecanismos de distracción de masas, a modo de circo romano de la antigüedad, cada vez más sencillas, que no precisan esfuerzo alguno por parte del consumidor se han convertido en el pan de cada día y las conversaciones, cuando se dan, se tornan cada vez más insustanciales y vacías.
La burocracia excesiva nos mantiene distraídos e intenta simular una justicia inexistente en la que, en teoría, todos tenemos las mismas posibilidades de éxito.
Habitamos un mundo en el que se nos sobreestimula, se nos acelera, para impedirnos reflexionar, pensar, en definitiva, decidir qué tipo de vida y de mundo queremos. Un mundo en el que las personas están más pendientes de su móvil que de sus congéneres, una sociedad ególatra y egoísta que tan solo busca su propio placer y felicidad a corto plazo. Todo esto, claro está, con las consabidas excepciones que confirman la regla. No os asustéis, estimados lectores, pero debo dejar clara mi postura al respecto y es totalmente lícito que se discrepe de mi humilde opinión.
Desde mi punto de vista, pretenden crear, y lo peor de todo es que parece que lo están consiguiendo, una sociedad aletargada, que se asemeje a un dócil rebaño de ovejas que se deje guiar por el perro y el pastor de turno, el que más ruido haga, el que más grite, el que mejor nos silbe, el que más gracia nos haga o más miedo nos dé. Nos convertimos en ovejas consumidoras de hierba, en ovejas de las que obtienen lana, leche e incluso carne, cuando dejamos de ser útiles. Somos números, meras piezas de un juego de poder, de un universo donde el valor superior pertenece al dinero, donde la economía prima sobre la vida y los valores se extinguen al mismo ritmo que la biodiversidad terrestre, donde se atenta contra la salud del planeta constantemente.
Se potencia un tipo de sociedad gobernada por el odio y el temor, un mundo global que prioriza la militarización y el gasto armamentístico en detrimento de la educación y la cultura. Una sociedad privatizada en la que todo depende del dinero que se tenga, de los padrinos de los que se disponga o de la fama superflua que se haya logrado conseguir.
No podemos negar que las visiones distópicas de «1984» y «Un mundo feliz» han demostrado ser acertadas en diversos aspectos. Orwell nos hace reflexionar sobre la vigilancia masiva, el control moderno de la información, la moderación de contenido, la recolección de datos, las “fake news”, la desinformación, la política con ideas conflictivas y opuestas, los ataques de drones y las estrictas leyes de seguridad, todo en nombre de la protección del estado. Mientras que Huxley nos invita a considerar la promoción y capitalización del placer, el consumo de drogas recreativas, la cultura del consumismo, el capitalismo como religión, las aplicaciones digitales para conseguir parejas sexuales, la manipulación genética, y los avances en la tecnología de selección de embriones. Tanto en 1984 como en Un mundo feliz, podemos encontrar aspectos que estamos viviendo en el mundo actual.
En cuanto a Farenheit 451, en la obra de Bradbury, los libros eran depósitos de conocimientos e ideas. El autor temía un futuro en el que ese objeto estuviera en peligro, y ahora ese futuro llegó: internet y las nuevas plataformas de las redes sociales y su amenaza potencial para el pensamiento serio. Ahora que todo el conocimiento está a nuestro alcance, muchas personas se dedican a deslizar el dedo y visualizar videos de gatitos, de productos de venta al público, de lugares maravillosos que nunca visitará, de personas famosas simplemente por tener un gran número de seguidores en redes.
En la novela, el autor imaginó un mundo donde la gente se entretenía día y noche mirando los muros digitales de sus hogares. Interactuaban con sus amigos a través de esas pantallas, escuchándolos a través de “radios auriculares” insertados en sus oídos. En ese mundo, a la gente se le atiborraba de “datos no combustibles”: palabras de canciones populares, los nombres de las capitales de los estados…”. “Tendrán la sensación de que piensan” escribió Bradbury, “y serán felices, porque los hechos de esa naturaleza no cambian”.
Este mundo en el que los esclavos no son conscientes de que lo son y en el que las personas están convencidas de que piensan, sin ser capaces de percatarse de que han sido entrenados para perder el tiempo de su existencia en cosas absolutamente insustanciales que ayudan a que se perpetúe el sistema en el que unos pocos gobiernan a una masa de personas alienadas.
A Bradbury le preocupaba que la gente solo leyera encabezados. Hoy parece que la mitad de las palabras en línea han sido sustituidas por emojis. La ignorancia favorece la esclavitud mental.
A medida que las empresas tecnológicas avancen y la inteligencia artificial se convierta en algo imprescindible en nuestras vidas, más fácil será reescribir nuestra historia. Eso ocurría en la novela de Bradbury, que fue de los primeros en predecir el ascenso de los “hechos alternativos” y la era de la “post verdad”.
Actualmente, los políticos y poderes económicos que ostentan el poder utilizan muy a menudo todas estas herramientas de dominio: repiten mentiras de forma incesante, sabiendo que se convertirán en verdades absolutas en la mente de los ciudadanos, esquivan errores de su pasado e intentan borrarlos de las mentes de sus potenciales votantes, acusan al contrario utilizando constantemente la crítica destructiva, suben la voz, insultan, intentan esquivar problemas actuales dando importancia a otros temas para desviar la atención pública, buscan falsos culpables para casi cualquier problema, fomentan el odio y la crítica destructiva sin bases reales ni fundamentos lógicos, hacen dudar de los dogmas científicos demostrables y demostrados…
La política se ha convertido, al menos en España, en una lucha de barro en la que se utilizan los recursos más sucios para obtener y mantener el poder, una lucha en la que el poder judicial y político se entremezclan e incluso se confunden, en el que la realización de actos corruptos no acarrea consecuencias, en el que quien no cumple su función o elude su responsabilidad, aunque ello ocasione la pérdida de vidas humanas, como en el caso de la DANA de Valencia y su presidente, ni siquiera dimite de su cargo. El todo vale es el lema actual y, como consecuencia, la sociedad presente cada vez presenta más coincidencias con las distopías de las que os he hablado en este Serendipia dominical.
Para finalizar, me gustaría compartir algunas frases célebres sobre el futuro o quizás sobre algo que ya estemos viviendo en nuestro distópico presente:
Algunas frases de Aldous Huxley:
-Lo que los dictadores propagandistas hacen es tratar de burlar el lado racional del hombre y apelar a sus emociones y sus fuerzas inconscientes.
-Se nos hace imprescindible liberarnos de la fundamental incapacidad humana que constituye el egoísmo materialista.
-Si muchos de nosotros seguimos ignorándonos, es porque el autoconocimiento es doloroso y preferimos el placer de la ilusión.
-Creo que todas las nuevas tecnologías son un instrumento para adquirir poder y no hay nada más tentativo que la pasión por ostentar el poder.
Frases más célebres de Ray Bradbury:
-No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe…
-Ama lo que haces y haz lo que amas. No escuches a nadie más que te diga que no lo hagas. Haz lo que quieras, lo que ames. La imaginación debe ser el centro de tu vida.
-El animal no discute la vida, vive. No tiene otra razón de vivir que la vida. Ama la vida y disfruta de la vida.
-Uno debe inventarse a sí mismo todos los días y no sentarse a ver cómo el mundo pasa allí adelante, sin que uno participe.
-El mejor científico está abierto a la experiencia, y ésta empieza con un romance, es decir, la idea de que todo es posible.
Frases de George Orwell:
-El Gran Hermano nos está mirando
-Nada existe excepto el presente infinito en el que el “poder” siempre tiene la razón
-Sabemos que nadie nunca toma el poder con la intención de renunciar a él
-Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado.
-Pero si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento
-Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes.
Espero que os haya resultado interesante y os espero el próximo domingo, si así os place, en Serendipia dominical. Sed felices.
MÓNICA MIQUEL NIETO (BARCELONA – ESPAÑA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTORA

Mi nombre es Mónica Miquel Nieto, mujer de 53 años, residente en Barcelona, escritora y poetisa.
Toda mi vida he sido una lectora empedernida, de todo tipo de libros, pero sobre todo de novela histórica, novela fantástica y poesía.
De pequeña gané algunos certámenes literarios y ahí quedó todo. No he dejado de escribir nunca, pero no fue hasta el confinamiento causado por la pandemia de Covid-19, cuando decidí intentar publicar mis obras.
Escribí a algunas editoriales hasta que, finalmente, la Editorial Alvi Books confió en mis posibilidades y se arriesgó a publicar 5 de mis obras. Al ser una persona absolutamente desconocida, es algo que les agradeceré siempre.
Participo en algunos grupos literarios de Facebook y he publicado en algunas revistas (Escritores Rebeldes, Las Alas del Cóndor, CLIVAR, Netrazol Literary Magazine…).
He colaborado con algunos poemas en el canal de meditación de Youtube e Instagram Medita i Respira.
También se han escuchado mis poemas y fragmentos de mis obras en programas radiofónicos, como por ejemplo en La hora de la verdad de TuradioValencia.com, La Enamorada Radio o Radio Alfa Omega de Mexico.
Mi intención es darme a conocer y conseguir lectores para mis obras publicadas. Hay una sexta obra en proyecto.
No dejaré de escribir, porque para mí el hecho de hacerlo, es tanto una necesidad como un placer.